viernes, 27 de febrero de 2009

Me parece muy bien que a ninguno os esté gustando el ensayo sobre los nuevos bárbaros y su mutación, está claro que pertenecéis a otra generación, dos anteriores lo menos. El libro no es que sea nada genial, pero resultan atractivas las metáforas branquiales sobre el vino, el fútbol, Google, etc. Ahora bien, lo de la pérdida del alma, ese invento romántico, lo veo muy acertado como definición o descripción de una nueva forma de concebir el mundo o la sociedad, el ser humano. Qué alma. Cuerpos, textos, superficies, tránsitos, publicidad, guerra, mercancías, porno- farmacia, bio-ciencia, cyborgs, corrupción financiera y política, hambre... Dónde está el alma ilustrada o romántica. Todo eso no es para ellos más que el alma que nosotros queremos que hereden, buenas palabras, un engaño, un invento que no están dispuestos a aceptar: mejor vacíos que cargados con un alma que lo único que ha hecho y hace es destruir el mundo, la sociedad y el ser humano. Ellos se niegan a heredar la palabra y los actos que se justifican tras ella. Hay que denunciar todo lo que se esconde detrás de toda esa teo-logía de la mentira basada en el alma. Ya sabemos lo que el alma ha dado de sí, no se trata de ir a buscarla a los orígenes más puros, una nueva alma, otra vez, cada vez más invisible y más delgada, sino de acabar con ella de una vez por todas. Lo siento, pero pienso que es más justa por sincera la postura bárbara que la ilustrada, no tendrán valores pero tampoco mentiras. Si el alma es un invento, un instrumento de dominio y destrucción, hay que des-montarla críticamente y olvidarse de ella, o bien negar su existencia. Lo primero nos toca a nosotros, pues tenemos memoria de ella, lo segundo a ellos.
Por favor, las críticas, respuestas, comentarios a esta nota dejarlo para la tertulia: el cuerpo de esta nueva alma bloggera. Bueno, haced lo que queráis.

3 comentarios:

Francisco Javier Torres dijo...

Muy bien, muy bien, ya hablaremos. Pero, ¿quién osa?

Francisco Javier Torres dijo...

Mi querido anónimo/a (y no esta mal, no está mal que así sea, ahora que lo pienso, muy adecuado ese hecho para compaginar con el nuevo animal que estamos viendo moverse por aquí y donde reside, precisamente, según creo, el interés de la obrita): el juicio que al menos yo emito de momento sobre el libro tiene que ver no tanto con la cuestión de si somos o no de otra generación (que lo somos, ay, lo queramos o no), si no con el andamiaje crítico que monta el autor al respecto, con la posición que adopta, y que en ocasiones resulta contradictorio en mi opinión, y algo desconcertante por ello. Aunque tal vez sea esa, después de todo, la postura que nos toca adoptar, por la memoria que tenemos desde luego y a la que tú aludes de forma tan certera. ¿Qué somos hoy, qué queremos ser, qué debemos defender?, ¿un pasado "siempre mejor", una especie de "aristocracia" mítica, exclusiva o la "tóxica" contaminación (permíteme el pleonasmo) de la que ya participamos?
Ése creo yo que es el debate que se propicia aquí.
Desde luego, con respecto a lo que dices sobre el alma, coincido plenemente, la gracia estaría en encontrar algo de ella que se pueda salvar (ay, vaya, ya se me coló el antiguo), como la pileta esa de McCarthy a que alude Baricco.
En fin, disculpa, pero no me podía esperar quince días para pensar sobre esto. Pero lo matizaremos entonces, claro, eso sí.

Chu dijo...

¿Qué alma?, eso me pregunto yo. ¿A qué alma te refieres, a la de los Hombres o a la de las cosas? Las cosas no tienen alma, (ya lo dijo el Papa), y en cuanto a los Hombres, el que no la tiene, nunca la tuvo ni la perdió ni nada a de temer a los bárbaros. Los que la tenemos, (me incluyo porque la tengo), la seguiremos teniendo a pesar de los bárbaros o gracias a ellos.
Y ahora, me voy al colegio de Ignacio, que se aprende mucho y además se pasa bien.
¡Hasta el jueves de tertulia!
Besitoooos