jueves, 29 de enero de 2009

Otra entrevista

Esta vez con Tom Spanbauer, al parecer, la mayor influencia literaria de nuestro ínclito Palahniuk. Mañana la leo.

martes, 27 de enero de 2009

Una entrevista

Una entrevista con el apuesto Palahniuk aquí

domingo, 25 de enero de 2009

Apocalípticos e integrados


Podríamos calificar a Palahniuk aquí de apocalíptico si nos quedamos con su trama únicamente, a través de la cual se nos muestra un mundo infectado a conciencia, desde hace mucho, eugenéticamente, por todos los virus imaginables; un mundo dividido, segregado ya no espacialmente, sino temporalmente, donde los diurnos (apolíneos) se oponen a los nocturnos (dionisíacos, que viven de verdad y plenamente su existencia, a pesar de todo). Una distopía (Ballard, pero morigerado) cercana, contemporánea, nuestra casi, en la cual esa segregación "se hizo inevitable", donde "nosotros mentimos, ellos mienten, todos somos unos mentirosos", donde estamos obligados, porque si no no eres nadie, a "re-programarnos" a través de los puertos usb incrustados en nuestros cogotes. Visto así, desde luego que podemos hablar de Palahniuk como de un autor apocalíptico, admonitorio. Pero no creo que sea esa su intención ni mucho menos. No existe intención moral alguna en nuestro autor, quizás todo lo contrario. No teoriza, como pudieran hacerlo los apocalípticos, sobre la decadencia del mundo, de nuestro mundo, sino que, más bien integrado en él, "actúa, produce, emite su mensaje a todos los niveles", como nos advierte Umberto Eco, para constatarlo sin ensayar juicio alguno. Precisamente una de las propuestas ("la propuesta", quizás) más interesantes de la obra está planteada a modo de cuestión irresoluble, y a través de las ondas hertzianas (a todos los niveles), no lo olvidemos: "¿y si la realidad no es más que otra enfermedad?", dice el parco Rant, inmediatamente después de declarar su amor por la contrahecha Echo. Una alucinación provocada por la fiebre provocada por la rabia. Todos estamos rabiosos, pero no lo estamos; todos queremos estar rabiosos porque no lo estamos, bueno, y qué. De todas formas, yo recomiendo tener mucho cuidado desde ahora con los murciélagos. Por si acaso...
Paco

martes, 20 de enero de 2009

Algo sobre Palahniuk


Queridos compañeros:
Parece que nadie se anima a descubrirnos algo sobre las miserias de Palahniuk y Rant. Y como Antonio creo recordar que no suele entrar en Internet, pues tenemos el blog abandonado. Curioseando por ahí he encontrado algunas ideas para ir reflexionando:

1) Este blog comenta la relación entre Ballard y Rant, que supongo que deberíamos comentar. También habla sobre la calidad (o falta de ella) de la traducción.

2) Este otro habla sobre la pasión del autor por las tripas. No os perdáis (eso sí, con el estómago vacío) este relato.

3) Y si tienes el estómago llego, pues aquí hay un juego virtual inspirado en la novela. En realidad, como diría el del primer blog, recuerda a Ballard. Y a mí me recuerda al juego de coches de la X-Box de mi hijo, ¡¡¡las reglas son las mismas!!! Si alguien juega a ver si logra entrar en el ranking. Dorotea, anímate que a lo mejor es tu juego ;-)

Venga, a ver si animamos esto. A ver si alguien que esté disfrutando con el libro (pregunta provocativa: ¿a alguien le gusta?) nos da pistas. Y ya puestos, ¿a nadie le da rabia Palahniuk?

Besos
Ignacio

sábado, 17 de enero de 2009

Propuesta literaria


¡Buenos días!!

¿Cómo nos hemos levantado hoy? Yo, pensando en el libro para cuando me toque presentarlo en la tertulia, y por fin me he decidido. Ya que mi querido “Sertón” nos pilla tan lejos, propongo “La Aventura del tocador de señoras”, de Eduardo Mendoza, que sé que a algunos de vosotros le apetece leer a este señor.
Después de hablar, resulta que sí, que he leído algo de Mendoza pero no lo recordaba esta cabecita mía. Confío en ir rescatándolo de la memoria y que entre todos le saquemos “el juguillo”.

Un beso, Chu.

viernes, 9 de enero de 2009

Sobre los poemas de Raymond Carver y la lectura de alguno de ellos:



Y un poema más, "No sabes qué es el amor", ahí es nada con el titulito:



Y el texto de otro relato, "Mecánica popular", del libro De qué hablamos cuando hablamos de amor, con una pequeña introducción que he encontrado por ahí, junto con su transcripción en imágenes:

Unas palabras previas. El breve cuento que leerán a continuación puede considerarse epítome de la narrativa de Carver; contiene todos los elementos que caracterizan su cuentística. Vidas ordinarias, quebradas por la incomunicación, la sucia realidad del llamado Dirty Realism, en fin, la gran mediocre hazaña de los derrotados por la cotidianidad, la rutina, la vida hecha de días. El relato ha tenido tres nombres: "Little Things" en I'm calling From, "Mine" en Furious Seasons and Other Stories, y en What We Talk About When We Talk About Love, aparece como "Popular Mechanics"; este último título es el más publicado y es el que le conocemos en la traducción al castellano. Para nosotros, frente a su asunto, es el mejor nombre para el cuento. En esta ocasión, hemos realizado (aunque imperfecta, como todo intento de trasvasijar a un idioma ajeno las particularidades del original) una nueva traducción, una que creemos, si no mejor que la conocida en libros y en Internet, por lo menos más fiel al ritmo y al tono de Carver --a la forma de construir sus diálogos por ejemplo (aunque en estricto rigor, Carver no hace dialogar a sus personajes, sino, más bien, acentúa la incomunicación)--, en consecuencia una traducción acaso más digna frente al estilo narrativo carveriano . Más allá de esto, el cuento es potentísimo en su brevedad. Carver fue y es un maestro del relato breve. En 1998, en Consejos Sobre El Arte De Escribir Cuentos, Roberto Bolaño dijo: "Y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo". Toda la razón.


MECÁNICA POPULAR
Por Raymond Carver

Temprano aquel día el tiempo cambió y la nieve se deshizo en agua sucia. Venas de nieve derretida descendían desde la ventanita a la altura del hombro que miraba hacia el patio trasero. Los automóviles salpicaban nieve afuera, donde estaba oscureciendo. Pero adentro también estaba oscureciendo.
Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en la puerta.
— ¡Estoy feliz de que te vayas! ¡Estoy feliz de que te vayas! —dijo—. ¿Escuchas?
Él continuó metiendo sus cosas en la maleta.
¡Hijo de perra! ¡Estoy tan feliz de que te vayas! —empezó a llorar—. Ni siquiera puedes mirarme a la cara, ¿verdad?
Entonces notó la fotografía del bebé sobre la cama y la tomó.
Él la miró y ella enjugó sus ojos y lo miró fijamente antes de dar la vuelta y regresar al living.
— Devuélveme eso —dijo él.
— Sólo toma tus cosas y ándate —dijo ella.
Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, echó una mirada al dormitorio antes de apagar la luz. Luego salió al living.
Ella estaba de pie a la entrada de la pequeña cocina, con el bebé en brazos.
— Quiero al bebé —dijo él.
— ¿Estás loco?
— No, pero quiero al bebé. Mandaré a alguien a que venga por sus cosas.
— Tú no tocas este bebé —dijo ella.
El bebé había empezado a llorar y ella le quitó la manta alrededor de su cabeza.
— Oh, oh —dijo ella, mirando al niño.
Él dio un paso hacia ella.
— ¡Por el amor de Dios! —dijo ella. Retrocedió hacia el interior de la cocina.
— Quiero el bebé.
— ¡Sal de aquí!
Ella se volvió y trató de mantener al bebé en un rincón detrás de la cocina.
Pero él avanzó. Alcanzó el otro lado de la cocina y apretó sus manos al bebé.
— Suéltalo —dijo él.
— ¡Márchate, márchate! —gritó ella.
El bebé estaba enrojecido y gritando. En el forcejeo tiraron un florero que colgaba detrás de la cocina.
Entonces él la apretó contra la pared, tratando de quebrar su resistencia. Agarró al bebé y presionó con todo su peso.
— Suéltalo —dijo él.
— No —dijo ella—. Estás lastimando al bebé —dijo.
— No estoy lastimando al bebé —dijo él.
Por la ventana de la cocina no entraba luz. En la casi oscuridad, él se ocupó de los dedos apuñados de ella con una mano y con la otra tomó al bebé llorando por debajo de un brazo, cerca del hombro.
Ella sintió sus dedos siendo forzados a abrirse. Ella sintió al bebé alejándosele.
— ¡No! —gritó al mismo tiempo que sus manos cedían.
Ella tendría este bebé. Intentó agarrar al bebé del otro brazo. Lo tomó por la muñeca y se echó hacia atrás.
Pero él no lo soltaría. Sintió al bebé escapándosele de las manos y tiró muy fuerte.
De esta manera, la cuestión quedó resuelta.



Que lo disfrutéis.
Paco

sábado, 3 de enero de 2009

Nota y texto



Dos enlaces sobre Carver que me parecen interesantes. Una nota sobre el autor y su relato Tres rosas amarillas. Leyendo este texto no he podido evitar acordarme de nuestro admirado Danilo Kis. No sé qué opináis. Habría que leer a Chejov también, según parece, para entender mejor a Carver. Probémoslo, a ver qué sale.
Paco