Uy, qué repeluz da entrar aquí, tan en silencio como está, tan deshabitado. Lástima de blogocito, tan lindo, tan vivaz antaño, tan beligerante, agitador, turbador a veces, inquieto siempre, ay... ¿Se agotó el ardor guerrero de La Fundación de aquí al lado?, me pregunto, ¿habemos desestimado ya pues la Literatura como esa arma de destrucción masiva que se adoptó con tanto entusiasmo...? ¿Con qué contamos ahora, con las toallas tal vez y los tanguitas sólo y los tintorros summertianos? Ah, no me basta, rediez. Por eso, y como se está cumpliendo ahora el centenario de Onetti, para, como se debe, homenajearlo un poquito, pensé en leer un relatito suyo. Y he estado buscando en la escombrera que tengo por biblioteca la edición de sus Cuentos Completos que guardo con tanto cariño (así es, no hace falta reírse). Un libraco rechoncho, regordete, bajito (mira tú, me ha salido borchertiana la referencia). Nada. Horror, no lo encuentro. No es raro, pero, horror, no lo encuentro. ¿Se lo dejaría tal vez a alguien cuando hicimos la reunión sobre Los adioses?, pienso. Me lo llevé, lo llevaba, de eso estoy seguro, sí. ¿Lo tendrá algún mamón del grupo y no me lo ha devuelto?, pienso para mí. Si es así, me lo está devolviendo pero ya. Que mire, que mire por ahí a ver si lo tiene, sí, un libro gordo y bajito, verde el frente, Onetti al frente. Se ve fácil, coño. Sí, sí, ya sé que puedo leerlo por aquí y por allá, pero, qué pasa, me gusta el papel.
Bueno, también tenemos el cumpleaños de Ramón Gómez de la Serna, y el de Kafka nada menos, pero de esos aún me quedan libros a punta pala. Así que paso de los de la Tertulia, que se vayan a la playa.
Paco
sábado, 4 de julio de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)